Un día cualquiera

Un día cualquiera... de los que ando en bicicleta alejado de bullicios y respirando libertad, sentí que estaba acompañado por mis colegas de grupeta, los de siempre, con los que, sin pretenderlo, compartes opiniones, gustos, discrepancias, objetivos, conversaciones, y tantas otras cosas en horas y horas de pedaleo. Y sentí que ascendíamos esos puertos de pendientes exigentes con la sola pretensión de dar rienda suelta al deportista, al viajero,  al curioso, al inquieto... y sobre todo al niño que cada uno llevamos dentro. Esos parajes de sur de Francia donde se han escrito infinidades de crónicas sobre la épica del ciclismo eran por el momento el único motivo de pensamiento dentro de un grupo que entre otras cosas irradiaba felicidad, ese estado que conforma uno de los principales objetivos de mis andanzas en esta vida.
Y ahí estábamos, cada kilómetro una ilusión, cada pedalada un motivo, cada paraje una sorpresa, cada puerto un desafío, cada jornada un triunfo.
Esta sensación de felicidad y libertad, no fuese sido posible sin ellos, los de la grupeta, los de las mañanas de frío, los de las tardes de calor, los de los "jardazoz", los de los desayunos con diamantes.
Por ello esta nueva entrada solo pretende ser un reconocimiento de mi amistad y agradecimiento a todos ellos, sobre todo por aguantarme, por sufrirme y por ser cómplices de mis desvaríos.
Felicidades a todos y a repetir.